Mi casi metamorfosis

Quince mil bolívares me costó la cera tibia para depilar. La compré ayer, en la farmacia. Era la más cara, decía que era de miel y hecha en Francia, y mil cosas más que promovían el producto. No tengo talento para estas cosas, compré la más cara porque no confío en mis habilidades depilatorias.

Anoche me senté en la poceta cerrada, pero al revés, con el tanque entre las piernas. Puse un espejito pequeñisimo, el único que encontré, sobre el aparatoso perol cuadrado y me armé de valor para lo que estaba a punto de empezar.

Mientras lo hacía pensaba en mil vainas. Tengo una semana que, independientemente de lo que esté haciendo, siempre estoy pensando en exceso.

Si lo pienso bien, no sé qué tanto me nada en los sesos. Ni tengo orden en mis ideas, ni sé quién soy, ni sé lo que quiero. Vuelve la pendeja medio existencialista de todos los días.

A este punto estaba encolada, como un papel tapiz, de un pegoste que parecía caramelo, lo probé y sabía a miel. Perfecto, la cosa esta tiene miel en serio. Me llené la piel del caramelo en cuestión, me eché tanto que empezó a resbalarse mas allá de donde debía. Y aquel enredo, una paletita de madera empegostada que parece sacada de un helado, el baño, la poceta, las tiritas blancas para arrancarse luego los vellos , una gota que si seguía por donde iba, definitivamente, me iba a hacer sufrir . Había que apurarse.

Respiré, más bien, aspiré rapidísimo un buen montón de aire. Uno, dos, tres… dolor, ardor, hinchazón, y como cuatro pelos menos, todos imperceptibles. Me vi en el espejito. Exhalé, estaba empezando a sudar. Miré la tirita, allí estaba la cera aplastando los cuatro vellos que ahora se veían tan indefensos y tristes. Seguí viendo la tirita, como buscando los dos kilos de valentía que se me acababan de desaparecer. Claro, no conseguí la valentía adherida a ningún lado de la deslucida tirita y me planteé la posibilidad de darle de alta a la depilación casera para siempre.

Asimétrica, no. Tenía que seguir.

Empecé a pensar que si no lo hacía rápido iba a terminar envuelta en cera como un pobre bicho caído en desgracia, en manos de una arañita hambrienta. Solo que peor, porque en este caso la araña y el bicho eran la misma persona, yo.

La idea tampoco era quedar calva de alguna de las dos cejas, porque lo que trataba de depilarme era las cejas, pero tampoco como para que salieran sólo cuatro pelos casi invisibles.

Estaba igualita, pero con un chichón entre las cejas bastante enrojecido. Si, era yo, en una versión lastimera del Teniente Worf, aquél personaje frentón inolvidable de Viaje a las Estrellas.

Comentarios

me dijo…
Eugene me haría un favor si me prestara sus ojos.
ベル dijo…
Divina simetría.

Me captura la simetría, nada peor que algo que deba ser simétrico no lo sea, Aunque nada tengo contra las cosas asimétricas por naturaleza.

Es tan sencillo como que molesta al ojo, saber que algo que debe guardar completa relación entre sus partes y su eje... no lo guarde...
realmente molesta.

Espero te hayan quedado simétricas tus cejas. Partes super importantes del rostro.. a parte de ser el marco de los ojos.

Y ya todos sabemos lo importantes que son los ojos.

Y la simetría entre ellos.

Saludos.
Lovely... no me imaginas en lo mismo el sábado pasado... NO FUNCIONA, creo que es cuestión de técnica
Topocho dijo…
Ja ja ja, "primero muerta que asimética", ja ja ja.

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