El Cardenal y el Verrugón
No, no soy católica. He rezado el padrenuestro un sinfín de veces, pero también he hecho meditación dinámica y he entonado el Nam-Myoho-Renge-Kyo muchas más veces. He estudiado al catolicismo, al cristianismo, al islamismo, al judaísmo, al budismo y muchísimas otras religiones mucho menos comerciales. Por eso puedo hablar sin sesgos religiosos del cardenal Rosalio Castillo Lara. Porque más que religiosa, me considero espiritual. Me considero humana.
Para poder haber interactuado con gente de religiones tan opuestas, he tenido que aprender a respetar los criterios de cada quién. Y he tenido que escuchar opiniones religiosas y de otras índoles e, inclusive, respetarlas. Sobretodo cuando la gente no está abierta a la discusión.
Pero el cardenal no está hablando de religión, está hablando de la situación inhumana del país. Y por humanidad me incumbe, como a todos. Como me concierne, y me indigna, que el presidente haga y diga lo que le venga en gana. En el interludio eterno de los dimes y diretes del cardenal con el verrugón, esta vez el segundo se extralimitó.
Todo empezó cuando el religioso declaró que Chávez “…es un jerarca que se dice representante de Dios, tiene el diablo por dentro, el diablo no respeta ni sotana”. Claro, es un comentario bastante intrínseco a su hábito, y a su opinión política, pero a fin de cuentas es su opinión y peores cosas han dicho de este presidente en los seis años de malestar que tenemos a cuestas.
Además, el cardenal ha insinuado la necesidad de recurrir al artículo 350 de
No entiendo su falta de criterio, aunque sea, para respetar. Un mínimo de decencia. Al menos porque la mayoría de los ciudadanos que él representa, de muy mala manera, son católicos. Al menos por todo lo que se ha jactado hablando de Dios, de Jesús, sacándonos a todos la crucecita en televisión. La cruz, que no es símbolo de catolicismo, ni del cristianismo, sino de todas las iglesias que creen en Jesús como Dios. La misma iglesia que el cardenal representa, gústenos o no la idea.
El cardenal se defendió “…me ofendería que una persona muy honorable me dijera esas cosas…”. Es decir, le resbala. Por lo menos, a sus sopotocientos años se defiende de la forma más simple que existe y además lanza la cebollita de que el verrugón no es muy honorable, algo que todos sabemos.
Así, sin más insultos, sin devolverle la pelota al otro, corta el asunto. Yo no creo que los curas tengan la verdad, ni los pastores, ni los oradores, ni ningún ser humano. Tampoco creo totalmente que todos los célibes sean célibes. Pero sí me consta que para ser cura, hay que estudiar. De los dos, el cardenal demuestra, más allá de cualquier cosa, que posee educación. Sólo el cardenal.
Fuente: El Nacional, lunes 18 de julio de 2005
Comentarios
casualidad?
mito o leyenda?
(musica de nuestro insólito universo en fade-out)