Flushing experience
Me compré unos lentes con aumento. Me gasté un dineral porque sé que estoy ciega. Para estas cosas es mejor elegir algo de calidad.
El mismo día que me los dieron salí por ahí. Me fui al restaurante más caro que conozco, comí, bebí y compartí con gente bien. Divino porque sabes que estás bien vestida, arregladita, impecable. Respiro el olor que sale de mi pelo cuando lo batuqueo y se siente bien. La gente huele bien, se expresa bien. Las mujeres baten el pelo lisito de peluquería, los hombres se ajustan el reloj en la muñeca. Todos se miran y pestañean lentamente.
Al ratito me dieron ganas de ir al baño. Típico, dos copitas de vino y soy un fastidio de chicharra. Llego a mi baño público favorito de Caracas. En todas las paredes hay espejos y es suficientemente pequeño para que te des cuenta y te intimide.
Entro, hago lo mío y justamente cuando tiro de la cadena, un par de lentes que tenía guindados en el escote de la blusa, se resbalan y caen en el medio del remolino de agua. Lo peor es que con la fuerza del motorcito que hace el “flushing” los lentes inmediatamente desaparecen. Listo, acabo de echar sopotocientas unidades monetarias literalmente a la poceta en menos de medio nanosegundo.
Y entonces, en un impulso que no controlé, mi mano derecha, pulcra, suavecita de crema y con las uñitas brillantes se zambulló en la poceta. Metí la mano hasta el fondo, no sólo hacia adentro, sino hacia arriba. Palpé todas las caras del hueco de cerámica y cuando se me estaba asfixiando la muñeca, sentí algo. Un palito, como de plástico. ¡Una pata! Tiré de ella, despacito, no fuese a terminar reventando los sopotocientos mil bolos por atolondrada. No aguantaba la muñeca. Despacito fue saliendo la pata elástica, conseguí la armadura y cada uno de sus vidrios. Perfecto, ahora sólo falta sacar la mano. La tenía atascada, con los lentes dentro de ella. Atascada peligrosamente, o soltaba los lentes y los daba por perdidos o me podía causar daños severos en la muñeca.
Apreté los dientes, puse cara de intriga y saqué rápidamente la mano, con lentes incluidos. Tenía hasta el brazo mojado, el pelo desordenado, olía a mierda y la muñeca fracturada. Pero tengo mis lentes.
La factura del yeso salió más cara que la compra de unos lentes nuevos, además del fastidio de fracturarse la mano derecha, de que tuve que salir corriendo del restaurante y de que tengo tres días escribiendo esto. Pero estoy orgullosa de mí por haber metido la mano, de esa forma, en la poceta. Una gran muestra de valentía de mi parte.
Comentarios
jajaja
:O
felicitaciones coño :D
Pronta mejoría!
Abur.-
Sinceramente Yo, a menos que fuese en mi casita, NO metería mi mamo en una poseta pública!!!
Te admiro!!!
Que te mejores de tu mano!!!
ERES INCREIBLE!!!
Beshosssssssssss
Que te mejores!
Saludos y que mejores