Chorro de palabras
Ya no escucho el ruido. No sé si es costumbre, por eso ya no marea y se ha acabado definitivamente. Se puede pensar, se acaba la angustia, es posible disfrutar el propio silencio. Escribo. Inclusive cuando no tengo dónde escribir, mi mente me va contando cosas. Voy escribiendo en mi mente, sin parar.
Abandoné los óleos, por un tiempo. Abandoné el teatro y el flamenco. El vicio de escribir se adueña de cada minuto. Es como estar muy molesto, odiar al mundo, y que se aparezca una pared blanca en el camino. Y caerle a puñetazos. Y con cada golpe treinta kilos menos de rabia y un chorro de catarsis. La escritura es inmediata. Con la pintura, las tablas y el baile hay que tener paciencia.
Abandoné los óleos, por un tiempo. Abandoné el teatro y el flamenco. El vicio de escribir se adueña de cada minuto. Es como estar muy molesto, odiar al mundo, y que se aparezca una pared blanca en el camino. Y caerle a puñetazos. Y con cada golpe treinta kilos menos de rabia y un chorro de catarsis. La escritura es inmediata. Con la pintura, las tablas y el baile hay que tener paciencia.
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EL ESPECIALISTA
Omar Enrique Pérez Rodríguez
Caracas. Venezuela.
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