La prórroga
Menos mal que una señora de gorrita y chalequito muy parecido a los de Jorge Rodríguez está ahorita en la televisión anunciando la prórroga hasta las siete de la noche. La gente se ha congregado en los nueve mil quinientos centros de votación, los cuales están abarrotados de gente desesperada por votar. La euforia es general. La gente está contenta y sumamente motivada a ejercer la pantomima al voto.
Estoy tan feliz que voy a cortarme el dedo meñique, a imprimir otra cédula en la impresora (gran vaina, mi impresora o la de la Onidex) y me voy, otra vez, a ver si vuelvo a votar y se me quitan estas ganas desesperantes.
Estoy tan feliz que voy a cortarme el dedo meñique, a imprimir otra cédula en la impresora (gran vaina, mi impresora o la de la Onidex) y me voy, otra vez, a ver si vuelvo a votar y se me quitan estas ganas desesperantes.
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