Mi manzanita de plata

Nací gracias a un medallón de plata en forma de manzana. Mis padres se conocieron en los quince años de mi mamá. Contrario a lo usual, ella tenía un vestido rojo ese día y un moño en el pelo con un copete altísimo. Eran los setenta.

Mi papá tenía una de esas barbas bien tupidas y bien cochinas, típicas de la época. Era un flaquito no muy atractivo y mi mamá ni volteó a verlo. Para él, fue amor a primera vista. Estuvo dos años tratando de que mi mamá diera su brazo a torcer, pero ella seguía pensando que el hombre era bastante poco agraciado.

Dos años de serenatas improductivas después, cuando mi mamá cumplió diecisiete, mi papá se apareció en su casa. Ese día le regaló un medallón de plata en forma de manzana con la inicial del nombre de mi mamá grabado. El papá de ella le compró una cadenita de oro blanco y ella, por fin, dio su brazo a torcer. Mi mamá pasó el resto de su vida diciendo que no se había enamorado de mi papá sino de su guitarra, pero la guitarra tenía dueño y necesitaba alguien que la tocara.

Desde que mi mamá murió no me quito la manzanita del pecho, a menos que se me reviente la cadena donde la cuelgo.

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