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Mostrando las entradas de septiembre, 2005

101 reasons the 80's ruled

No hay nada mas “ochentero” que la palabra misma. Generalmente la gente que le pisa los talones a aquellos que vivieron su adolescencia en la década de los 80’s tiende a decir “ochentoso”. Yo lo hacía. Me daban ganas de vomitar los calentadores rosados, los zarcillitos de crucecitas de la chica material y babosadas de esas. Hasta ahora. Me estoy poniendo vieja. Cuando “Mata de Coco” era “MATA DE COCO” y el Teatro la Campiña era “EL TEATRO LA CAMPIÑA ” yo tenía como cuatro años. Mi ídolo musical era Juan Corazón y no había mejor tema que “Entre perros y gatos” una cosa horrible que el hombre cantaba mientras una veintena de muchachitas se arrastraba por el piso, vestidas de perros y gatos. Yo lo sé porque mi mamá me llevó a verlo en Mata de Coco. Luego la bendita adolescencia me nubló el cerebro para siempre. Es ella la única culpable de que uno pierda al niño interno. Y no por el asunto trillado de la inocencia, sino porque empiezas a avergonzarte de los gustos horribles que

La pestañita olvidada

Estoy trabajando . Oficialmente, digo. No me refiero a las cosas ricas que uno hace por ahí, sin remuneración, por el simple gozo de hacer lo que a uno de verdad le gusta, sino a una oficina de verdad, con un aire acondicionado espantoso y la tortura mental de no poderme acostumbrar a decir "medidores" cuando me refiero al proyecto asociado a este elemento horrible sino que siempre se me sale "postes". En el fondo, para mí todos los proyectos son de postes. Tengo una croata huérfana hasta el viernes. Si, después de que mi amigo se la trajo debajo del brazo, la abandonó aquí para irse a Bonaire. Es hora de que haga algo bueno por Croacia. Es hora de que en mis tiempos libres me dedique un poco a ella, hasta el viernes, que volverá al viejo y maravilloso continente. Hay otras razones, una tapa en el cerebro, por ejemplo. Falta de ganas de leer el periódico. Estrógenos desbocados. Responsabilidades que me van cayendo, como gotas, constantes. Y, además, le estoy

U(n)bar

Tenía mucho tiempo sin salir con G. Venía de casa de otro amigo, donde hicimos tremenda cenita española. Tortilla, almogrote, escalibada y una crema de ajoporros con tocineta que metimos en un pan gallego al que le quitamos el corazón. La cosa fue con vinito argentino y todo. Con mucha pimienta y algo de picante. Definitivamente una de las mejores cenas. Y entonces aparece G. Yo sé que él canta salsa, gaita y todo lo que tenga guaguancó, y yo de eso nada. Pero de vez en cuando bailo, y me dijo que iban a bailar. Llego al local en mi carro, lo paro trancando a otro y el parquero me da mi papelito. Me paro en la puerta. Un rollo para entrar a un localcito que ya por fuera me aconsejaba que me fuera para mi casa. G me había dicho que se ponen brutos en la entrada si uno llega tarde. Había un gentío espantoso, me acerqué al portero y entré. El “target” del local es indescriptible. Me atrevo a decir que inexistente. Nunca había entrado a un lugar tan incoherente y desagradable. L