U(n)bar

Tenía mucho tiempo sin salir con G. Venía de casa de otro amigo, donde hicimos tremenda cenita española. Tortilla, almogrote, escalibada y una crema de ajoporros con tocineta que metimos en un pan gallego al que le quitamos el corazón. La cosa fue con vinito argentino y todo. Con mucha pimienta y algo de picante. Definitivamente una de las mejores cenas.

Y entonces aparece G. Yo sé que él canta salsa, gaita y todo lo que tenga guaguancó, y yo de eso nada. Pero de vez en cuando bailo, y me dijo que iban a bailar.

Llego al local en mi carro, lo paro trancando a otro y el parquero me da mi papelito. Me paro en la puerta. Un rollo para entrar a un localcito que ya por fuera me aconsejaba que me fuera para mi casa.

G me había dicho que se ponen brutos en la entrada si uno llega tarde. Había un gentío espantoso, me acerqué al portero y entré.

El “target” del local es indescriptible. Me atrevo a decir que inexistente. Nunca había entrado a un lugar tan incoherente y desagradable. La barra en L, en la puerta, como diez televisores en sitios “estratégicos” marca Hitachi con tecnología de cuando yo nací, prendidos y pasando noticias. Todo esto para nada, porque el “fondo musical” a todo volumen con cualquier asquerosidad dominicana no dejaba apreciar ni siquiera alguna pantalla. El piso sucio y los benditos bombillos espantosos de luz negra, muy motel barato y muy dientes escandalosos ¿Quién quiere tener unos dientes que brillan en la oscuridad?

La gente se contorsionaba, o se paraba en una esquina a ver a las tipas meneándose, como si tuvieran ganas de ir al baño y se les hubiese separado el cuerpo a la mitad. Más de una parejita desagradable metiéndose mano y jorungándose quién sabe donde. Y unos segundos después la mujer suelta al hombre, parolo y cachondo, y sonríe con timidez ¿qué timidez cabe después del espectáculo? Hombres con mechitas, zarcillos, pelo largo, corto, pinchos, qué se yo. Pero lo peor fue el hombre que le robó el uniforme a Jane Fonda, con bandita para el pelo incluida, en el año en el que la mujer se hizo famosa con los videítos de ejercicio y se apareció con el atuendo íntegro en el local.

No pude ver más, porque me fui después de que me encandilara el vestidito amarillo pollito de una tipa que sólo le tapaba la cintura y un poquito más.

Encima llego al carro y el parquero está comiéndose unos perros en el puesto de la esquina. Es decir, fuera de servicio hasta que termine. Tuve que esperar, gritar y patalear hasta que sacaran los veinte carros que trancaban el mío, después del respectivo par de perros que se comió el hombre.

Nunca me pinto la boca, esta vez lo hice para dejar la huella de un beso mío en el retrovisor del carro de G…

“Un beso, te quiero mucho y me fui. Jo”

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